jueves, 22 de mayo de 2008

Reivindicando los clásicos

Aunque lo mejor siempre está por venir, no debemos olvidar de dónde venimos para saber quiénes somos y por qué somos así. Esto es así en la vida, en la historia, en la ciencia... y en la literatura, donde, sin lugar a dudas, el siglo de Oro (XVI y XVII) marcó un antes y un después.

Aprovechando que he estado dos semanas inmersa completamente en el maravilloso y apasionante (sí, para mí lo es, qué le voy a hacer) mundo del teatro del siglo XVII, ¿por qué no hablar sobre Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca? Son grandes entre los grandes del teatro español y, en algunos casos, incluso mundial.
  • Lope de Vega, además de tener una vida apasionante (líos amorosos múltiples: llegó a mantener dos familias, estuvo liado con varias actrices, siguió coleccionando amantes incluso tras el sacerdocio, tuvo un montón de hijos...), es autor de montones y montones de obras de teatro (Juan Pérez Montalbán, otro autor de la época, llegó a hablar de 1.800, algo imposible, lógicamente, pero varias centenas sí que fueron), además de crear la Comedia Nueva, un tipo de teatro que se orienta sobre todo al público y al entretenimiento (gracias, Lope).
  • Calderón de la Barca tiene obras más profundas (perfeccionó el auto sacramental en su segunda etapa, obras más religiosas) y filosóficas (quién no recuerda a ese Segismundo en su torre), pero no es tan conocida su vertiente de autor de zarzuelas y óperas (claro, con argumentos de la época, no son La verbena de la Paloma ni Carmen), y un gran cómico, por supuesto.

  • Por último, Tirso de Molina, el autor (aunque sin confirmar plenamente) de ese gran personaje que tanto juego ha dado: Don Juan. Su primer versión, El burlador de Sevilla, a pesar de las críticas que tiene por su estructura desordenada, algo tiene que tener cuando ha dado lugar a tantas y tantas obras. También fue Tirso (o Gabriel Téllez en la vida real) un personaje de vida interesante (se buscó serios problemas con la Iglesia por el tipo de obras que escribía).
En fin, que no hay que olvidar nuestros clásicos. Y, mejor, verlos. En junio, Alcalá revive el ambiente del teatro clásico aprovechando el Corral de Comedias (de Zapateros), uno de las pequeñas joyas de la ciudad. El Festival se consolida año tras año, y volveremos a hablar de él.

Por cierto, no puedo terminar sin recordar a alguien que, siempre que estudio literatura, y muy especialmente del siglo de Oro, y más si es teatro, tengo en mente y que me llena de responsabilidad a la hora de enfrentarme a los exámenes de este tipo. Espero que desde el cielo no te sientas defraudado, profe. Y gracias por creer en mí.

QUEDAN 40 DÍAS PARA VOLAR A NEW YORK

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