martes, 25 de septiembre de 2012

Noche de Emmys

El domingo se entregaron los premios Emmy, "los TP de Estados Unidos", como dijo el taxista que me llevó al trabajo. En fin.

Ganó Homeland, una grandísima serie que nos pilló por sorpresa en el otoño pasado y que yo devoré en pocos días en las Navidades pasadas. Pero me dio mucha, mucha rabia no alegrarme más por ella. Mi corazón estaba con Breaking Bad y con Mad Men. Me duele que Jon Hamm siga sin Emmy y que Heisenberg no recibiera otro más. No puede haber premios para todos, ya lo sé, pero... Nos quedan los Globos de Oro, donde dependerá de lo que haga Homeland en su segunda temporada, que arranca en Estados Unidos el próximo domingo.

¿La gala? Un rollo, claro. Pero eso es lo de menos. Haciendo el directo nos lo pasamos bien, que es lo que importa. Y así quedó:

jueves, 6 de septiembre de 2012

De tiendas por Londres

Los mercados y mercadillos de Londres tienen que estar en el plan de cualquier turista, por muy poco tiempo que se vaya a estar en la ciudad. No me dio tiempo a ver el de Portobello, queda pendiente para la próxima escapada allí. Pero sí que me paseé por el resto. Dejemos a un lado Regent y Oxford Street (que también hay que ver, sobre todo la primera), con todas sus tiendas de ropa, y pasemos a lo interesante.

Covent Garden Market es un clásico. Estas galerías cubiertas dan cobijo a puestos de ropa, de artesanía, de comida... Y en la plaza donde se encuentra (relativamente cerca de Picadilly Circus) siempre hay actuaciones y animación. Nos llamó la atención el negocio que tenía montado Hola Paella, que triunfa bastante.




Menos frecuentado por turistas es el mercado, también cubierto, de Spitafields. También perfecto para pasar un rato lluvioso a buen cobijo y viendo puestecillos de todo tipo. Tiene parte nueva y parte vieja, la más pintoresca.


Merece la pena pasarse un rato por los grandes almacenes Harrods aunque solo sea para ver el edificio por fuera y para alucinar con los precios. Mirad y flipad: si le quitas una cifra, todavía serían caras. Como está pegado a Hyde Park, luego podéis daros un paseo por el parque para olvidar esas locuras de precios.


Pero mi mercado favorito, sin duda, es el de Candem Town. Si váis a Londres, tomad un autobús hasta esta zona de tiendas y locura absoluta. Eso hay que verlo. Ropa imposible, locales decorados de forma peculiar, y varias zonas de tiendas.

Primero encuentras las tiendas de la calle, pero después se van descubriendo otras zonas de tiendas y puestos. Mi favorita es la de los establos. Es muy fácil perderse en este entramado de callejuelas, tiendas, muchas de ellas iguales, gente por todas partes (cuando llegamos estaba más o menos despejado, pero al irnos venían los turistas en riadas para aprovechar el buen tiempo). Muy orientado al turista, claro, pero no os podéis perder este sitio de Londres.
















martes, 4 de septiembre de 2012

Un verano de libros

Desde que me llevo series a mis días de playa, leo menos en vacaciones. Aun así, es la época del año que, tradicionalmente, dedicaba a los libros que durante el resto del año no podía leer por culpa de las lecturas obligatorias para Filología. Este año he terminado la carrera, así que ahora ya puedo dedicarme plenamente a todo lo que me apetezca leer en cada momento.



Para estas vacaciones tenía reservado Orgullo y prejuicio. Hacía tiempo que quería leerlo, de hecho, compré el libro en octubre del año pasado pensando en este verano. Vi la película protagonizada por Keira Knightley hace un año, cuando todo el mundo ya se la sabía de memoria. Y la serie con Colin Firth la tengo en la nevera, espero que no por mucho tiempo. Mucho mejor que Cumbres borrascosas el año pasado, más oscuro y algo más complicado, para mi gusto. La historia de Orgullo y prejuicio nos suena a todos, sabemos qué va a pasar, y aun así, queremos ver cómo pasa. Esa es la gracia. Y los personajes, claro. Es fácil engancharse a Elizabeth Bennet, al resto de sus tontas hermanas, a su cínico padre y a su desquiciada madre. Y es fácil enamorarse del señor Darcy. Como le ocurrió a Bridget Jones. De hecho, El diario de Bridget Jones es una especie de Orgullo y prejuicio moderno, salvando las distancias. Una novela perfecta para las noches de verano. Seguiré con más libros de Jane Austen. Quizá Sentido y sensibilidad; o Persuasión, como me han recomendado.



En Gandía me compré Misery. No tenía previsto leerlo ahora, pero quería hacerlo en algún momento. Me gusta leer algo de Stephen King de vez en cuando, y la película sobre Misery me gustó muchísimo. Con el recuerdo lejano de la adaptación cinematográfica, el libro lo he disfrutado más todavía. No recordaba más que la base de la historia; los momentos clave me volvieron a pillar por sorpresa. Me resulta curioso cómo una historia con solo dos personajes (sale alguno más, pero con una función muy muy secundaria) puede dar para tanto. La obsesión de esa mujer por su escritor favorito y por un personaje ficticio da mucho miedo por lo que podría tener de real. Para quien no conozca la historia: un escritor de bestsellers sufre un accidente de tráfico y tiene la desgracia de que la primera persona que le encuentra en la carretera es Annie Wilkes, una mujer peligrosa y obsesionada hasta la locura con sus novelas que tomará al escritor como su particular rehén. Locura, claustrofobia, agobio, toques gores... Muy recomendable.


Y mientras, como telón de fondo, las Historias de Londres y de Nueva York de Enric González. Empecé el libro Todas las historias y un epílogo antes de ir a la playa para ir leyendo cosillas sobre Londres. Ahora lo he retomado. En este tomo están recopiladas las crónicas que forman parte de Historias de Londres, Historias de Nueva York e Historias de Roma; estoy disfrutando bastante más las segundas, como era de esperar. Pero leer al gran Enric González en general siempre es un placer.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Un verano de series

Acaba de empezar septiembre, un mes seriéfilo, con regresos y estrenos a tutiplén. Ya queda atrás un par de meses de descanso en los que he podido ver algunas series que tenía pendientes y añadir más obsesiones a mi lista personal. Un repaso a mi verano de series:

- Empecé la primera tanda de mis vacaciones de verano con la segunda temporada de Boardwalk Empire. La serie de los gángsters de Atlantic City en los años 20 sigue sin engancharme. Los últimos capítulos de la temporada, el último sobre todo, meten la quinta marcha, sí, pero hasta entonces nos tenemos que tragar unos cuantos capítulos de personajes turbios y de historias que no me llenan. Continúo pensando que es una serie que pretende ser más de lo que es. Seguiré con la tercera temporada por ser lo que es, pero es una clara candidata a quedar para un parón, o para el verano de 2013.


- Me habían recomendado vivamente Awake, uno de los estrenos que, tras su cancelación, no pasará de la primera temporada. Y sí, me gustó bastante. No es una serie fácil: se mueve en dos realidades en las que la vida transcurre de forma paralela pero con pequeños cambios. El detective Michael Britten irá investigando los casos que se le presentan en cada capítulo, además de tener como fondo la cuestión de su vida personal, cuál de esas vidas paralelas es la realidad y cuál es el sueño. En los primeros capítulos no te enganchas del todo, pero poco a poco vas entrando en ese mundo dividido y empatizando con el personaje de Jason Isaacs, el veradero motor y el alma de la serie. Una ficción recomendable que, desgraciadamente, quedará en el cajón del olvido y de las series incomprendidas rápidamente. Pero se puede ver como miniserie. Por mi parte, queda recomendada.


- El verano de 2012 ha sido el momento de mi reconciliación con The Walking Dead. Mi relación con los zombies ha sido bastante complicada: empecé muy enganchada tras el piloto. Me fui desenganchando poco a poco durante una lenta primera temporada y no me subí al tren de la segunda. Sin embargo, fui leyendo comentarios y las alabanzas en el tramo final me animaron a darle una segunda oportunidad. Quizá haya sido el hecho de haber visto la temporada en un par de semanas, pero me ha gustado bastante, incluso más que la primera. El tramo final deja con ganas de más, con momentos de emoción, de asco, de gritar a los protagonistas... Me apunto a la tercera temporada, a ver qué tal nos va.

- Este verano, y con bastantes años de retraso, he intimado con Jack Bauer. La primera temporada ha caído en pocas semanas y ha llenado el hueco las vacías noches de televisión en familia. Ante la sequía de series para ver con mis padres, y tras haber terminado Revenge y The Good Wife (en mi caso, por segunda vez), quise introducirles en el mundo de los Fisher y empezamos con A dos metros bajo tierra. Mi padre se dormía o se iba a otra parte, así que recurrí a un as que me guardaba en la manga: las ocho temporadas de 24. No han podido quejarse de falta de acción ni de pocos capítulos. Vamos por la segunda temporada, así que todavía tenemos Jack Bauer para hartarnos. Iremos poco a poco, y seguramente el próximo verano volvamos a recurrir a Jack para salvar las noches de verano. ¿Lo malo? Ahora veo spoilers de 24 por todas partes: antes estaban ahí pero no los entendía; ahora lo pillo todo. Maldita sea...


- Pero si he intimado con Jack Bauer, lo mío con Castle ha ido más allá todavía. No era gran seguidora de la serie hasta que empezaron a echarla a eso de las 12:30-13:00 en Factoría de Ficción. Mientras comía antes de ir al trabajo, veía Castle en pequeñas raciones (creo que nunca llegué a ver un capítulo entero hasta este verano). Luego la quitaron y eché taaaaanto de menos esos momentos... Entonces llegó el final de la cuarta temporada en Estados Unidos y todo el mundo a mi alrededor (blogs, Twitter...) hablaba sobre ello. Irremediablemente, terminé pinchando en el vídeo, claro. Para limpiar mi mala conciencia, me propuse ver en el verano la cuarta temporada entera para empezar la quinta a la misma velocidad que el resto de la gente. Ayer precisamente terminé la cuarta temporada. Así que otra para sumar a este año loco de series. Pero seguro que merecerá la pena el esfuerzo. Castle es mucho Castle.


- El canal ABC Family ha estrenado este verano en EE UU la primera temporada de Bunheads, la nueva serie de la creadora de Las chicas Gilmore. Con esa presentación, había que verla. Primera advertencia: no es Las chicas Gilmore. Era imposible. Pero sí tiene a veces algún destello, sobre todo en su protagonista, que puede recordar de lejos a nuestra gran Lorelai. La historia se centra en una corista de Las Vegas que, cosas de la vida, ve cómo en cuestión de horas su vida pasa a estar relacionada con un pueblo tranquilísimo, Paradise (nada que ver con Stars Hollow, ay), y tendrá que convivir con su suegra, quien, como debe ser, es la dueña de una academia de danza. La serie sigue más la vida de las alumnas de ballet que la de las adultas (los hombres brillan por su ausencia...), lo que le resta gracia al asunto. Para quien guste de inyectarse altas dosis de azúcar en vena y de historias ligeras, ahí tenéis. Yo seguiré con ella por venerar la memoria de las Gilmore y por su protagonista.


Este verano también vi la miniserie de la BBC sobre Grandes esperanzas (bien); lo intenté con The Hollow Crown, adaptaciones de Shakespeare (abandoné); he empezado Treme (estoy con ella ahora); he decidido retomar los últimos capítulos que me faltan de The Office (a ver si me animo un día de estos...); y he flipado en colores con Breaking Bad. Pero lo de Walter White, digo, Heisenberg ("say my name"), Jesse Pinkman, Mike y compañía ya da para otro post.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Por qué a mí sí me ha gustado 'The Newsroom'


Llevábamos tiempo esperando el regreso de Aaron Sorkin a la televisión. En realidad, yo no tengo muchos referentes de Sorkin: no he visto todavía El ala oeste de la Casa Blanca (sí, no me mires así, no la he visto, pero la tengo en cola esperando) ni ninguna de sus series. Mi única referencia de Sorkin es La red social, y me gustó, mucho. Quizá sea precisamente el no haber visto su "obra maestra" lo que me haya hecho más fácil que me gustara The Newsroom, la serie que ha estrenado este verano y que muestra el trabajo en la redacción de un ficticio programa informativo de televisión.



Desde su estreno, los espectadores de The Newsroom (la redacción, en castellano) se han dividido entre aquellos que se mostraban a favor de la serie y los que se han sentido decepcionados por ella. Yo me posicioné desde el minuto uno a su favor, y ahí he seguido hasta el final. Por supuesto, veo sus defectos, no es perfecta, pero tampoco suponía que iba a serlo.

Partamos de que estamos ante una ficción. Aunque se base en noticias reales (lo que hace que el tiempo pase quizá demasiado deprisa), The Newsroom es ficción. Esos periodistas no existen. Y menos mal. Esa gente no es humana: trabajan sin desacanso, son tan eficientes que dan asco, mantienen siempre su mente fría en los momentos de grandes noticias de última hora... Cualquiera que haya pasado algún tiempo en una redacción sabe que eso, en el día a día, no siempre pasa. Así es la vida real. Pero cuando vemos The Newsroom debemos tener en mente que estamos viendo ficción; y que en esta ficción, saben cómo iban a ser las cosas.



Una de mis escenas favoritas de la serie reúne todos los ingredientes para odiarla y para amarla. El final del capítulo "Fix you" recurre (una vez más) a la canción de Coldplay para llegar al corazón del espectador, además de dar una lección imprescindible de Periodismo. Una lección de Periodismo teórico, por supuesto. La vida real no es así. Pero The Newsroom no es la vida real, insisto. Sigo pensando que, como lección teórica, este vídeo debería verlo todo periodista y estudiante de Periodismo: los primeros, posiblemente, torcerán el gesto; pero unos y otros deberíamos tener en mente estos ideales cuando trabajamos.


El idealismo. Precisamente esa es la principal razón por la que estoy a favor de esta serie. El idealismo. Sorkin parece obsesionado con Don Quijote, que los personajes mencionan en repetidas ocasiones (pero, por Dios, ¿por qué no citan a Cervantes, sino al musical? Mal, muy mal). Todos deberíamos ser un poco Don Quijote y un poco Sancho. Creo que los que están en contra de la serie tienen más de Sancho que de Don Quijote. Yo soy demasiado realista, demasiado Sancho; por eso, siempre que puedo, me gusta jugar a ser Don Quijote. Crearte un mundo a tu medida y moverte en él con tus propias reglas. Reinventar el mundo. ¿A quién no le gustaría? Don Quijote era más que un loco. Era un idealista. El mundo necesita más donquijotes.

En The Newsroom gritan mucho, las mujeres quedan en un papel horrible, los problemas amorosos de los personajes nos importan entre 0 y -1, hay personajes insoportables (collejas infinitas a Maggie, por favor). Y aun así, me sigue gustando.

 
Porque cuando quiere hacer un capítulo memorable, como parece que quería ser el de la muerte de Bin Laden, no le sale del todo bien. Porque la cabecera es tan viejuna que echa para atrás. Porque es imperfecta. Como tú, como yo. Porque es idealista. Porque me gusta que la gente encuentre la frase perfecta para el momento perfecto, algo que a mí nunca me pasa. Porque tienen a Don Quijote como referente. Porque parece que está de moda que no te guste.

¿Cómo no me va a gustar The Newsroom?


(En España, a partir del 11 de septiembre, en Canal Plus.)