El jueves pasado pude ir (milagro) a un #Birraseries especial: Josh Radnor, uno de los protagonsitas de Cómo conocí a vuestra madre, estaba en España presentando su nueva película, Amor y letras. Gracias a Avalon y Fox (y a los chicos del Birraseries, claro), un grupo de blogueros de series pudimos reuinirnos durante una hora con él.
Por lo que contó, parece que está bastante cansado de la serie y de Ted ("voy a grabar la serie como quien va a la oficina"), no sabe quién será la madre de sus hijos ("y de todas formas, ¿a quién le importa? La serie no es Cuándo conocí a vuestra madre, sino CÓMO conocí a vuestra madre, lo importante es el proceso"), y parece que no estaba demasiado cómodo con que nosotros estuviéramos tuiteando y mirando el móvil todo el rato ("estáis atendiendo o estáis tuiteando?"). Esta era la perspectiva que tenía de nosotros y que él mismo tuiteó unas horas después:
Otra serie a la que decimos adiós. Fringe ha durado cinco temporadas, pero yo llegué tarde a ella. Solo la he visto al día durante un año, el resto fue en maratón (ya conté hace casi un año cómo me enganché a Fringe). Una serie adictiva, que no engancha fácilmente y que tiene casi tantos fans como detractores (igual los fans éramos pesados, pero los detractores tienen tela también...). Pero cuando te atrapa, ya no hay remedio.
Fringe ha cambiado tanto desde que empezó como sus cabeceras. Al principio, la historia se centraba en Olivia, qué había pasado con su novio y los casos autoconclusivos que resolvía ayudada por Walter, el científico loco, y Peter, el hijo ausente que se ve obligado a traducir al cristiano lo que dice el padre. Pero la historia se fue perfilando y dejó el arranque titubeante atrás cuando se iba acercando el final de la primera temporada y todo empezó a volverse cada vez más loco. Cada vez más Fringe.
Al final ha resultado que lo importante era contar la relación entre padre e hijo (o entre padres e hijos, que en la quinta temporada también tenemos a Etta). Los mundos paralelos, los viajes en el tiempo y la relación entre Walter y Peter como punto de atención. Y toda la mitología que envuelve a la serie, con su propio mundo de autorreferencias.
El viernes fue el último #FringeDay, y Canal Plus Acción emitió los dos capítulos finales a la vez que en Estados Unidos (en realidad, al echarlos sin publicidad, en España vimos el final de Fringe antes que en su tierra originaria: ¡toma!). Y, afortunada de mí, pude ver el final con Miriam (nos faltó Álvaro, pero en la próxima cita seriéfila de Quinta Temporada estaremos todos).
A partir de ahora, SPOILERS del final.
El penúltimo capítulo pasó un poco sin pena ni gloria, solo con el reencuentro de Olivia con su yo del otro lado y Lincoln y vimos cómo son en el futuro. Pero el capítulo chulo fue el último. Era el capítulo 100 y los responsables de la serie ya habían dicho que sería una carta de amor a los fans. Walter (no podía ser otro) nos tocó la fibra sensible primero despidiéndose de su hijo y después, sobre todo, con la despedida de Astrid, el momento en el que solté alguna lagrimita (pero nada comparable a la llorera con el final de Perdidos...). Ay, Walter, te vamos a echar de menos.
El final tuvo muchos autohomenajes, como la utilización de muchos bichos y eventos fringe en el ataque a los Observadores. Y a Walter cruzando con el niño-anomalía-observador al futuro para librarnos de los malvados calvitos. Y un tulipán blanco de Walter para Peter. Y la mirada de Peter a la cámara final (la sombra de Perdidos es alargada) que puede tener muchas interpretaciones: me quedo con que el tulipán blanco de Walter es también para los espectadores.
Ah, y una dedicatoria muy especial escondida entre las cartas de Peter y Olivia: "Thank you for the support" ("Gracias por el apoyo"). La carta de amor que queríamos. Gracias a vosotros.
Lo mejor es que ayer comprobé también que cuando se vuelven a ver capítulos pasados de Fringe, es la misma que la primera vez. O incluso mejor. Volveré a Fringe. Igual que sé seguro que volveré a Perdidos. Hay series y personajes difíciles de olvidar.
Noche de Globos. Noche de trabajo, de Eskup, de Twitter, de teclas que echan humo, de capturas de pantalla, de vídeos... Aunque el dream team de los directos de premios no estaba al completo (ay...) lo pasamos bien entre premios de cine y de televisión. Me alegró que ganara Argo, que en los Oscar tiene pinta de que le va a ir mucho peor. En series, se veía venir el triunfo de Homeland (apostaba por ella: esta vez apostaba a caballo ganador y siguiendo el corazón, aunque habría molado que Mandy Patinkin también hubiera ganado premio). Y no me gusta nada que haya ganado Girls: no soy su público. Pero es lo que hay.
Así fue una noche más de premios, alguna sorpresa y mucho sueño (como siempre en estos casos):
Nos encantan las listas de lo mejor y lo peor, "las 10 blablabla del año" (sustitúyase blablabla por lo que se quiera listar). Este año he devorado listas de lo mejor y lo peor de la televisión en 2012, y no me resisto a hacer la mía, pero a mi forma. Tengo una memoria horrible, seguro que se me olvidan momentazos seriéfilos del año, perdón por adelantado.
(Aviso: He procurado no poner spoilers, pero mejor, si no vas al día con alguna de las series mencionadas, no leas el parrafito)
Para ponerse de pie y aplaudir:
- The Other Woman (Mad Men): ese capítulo me dejó temblando. Cuando me levanté del asiento, me temblaban las piernas.
- Conversación en el bar y en la habitación del hotel al final del 2x04 de Homeland: fue el momento en que los seguidores de Homeland nos preguntamos "¿y ahora qué?" El final de la temporada nos lo plantan en el cuarto capítulo. Porque yo lo valgo.
- "It's a surprise party for you". El momentazo del año en The Good Wife. Reunión cara a cara frente al ascensor. La tensión se podía cortar. Risas.
- Say my name (Breaking Bad): se acerca el final y eso se nota. Es el momento de Mike, personajazo, y volvemos a ver a Walter White convertido totalmente en Heisenberg. Lloré.
Mis personajes del año:
- Walter Bishop (Fringe): tengo debilidad por él. Vivir sin Fringe va a ser duro. Este año me puse al día con la serie tras un maratón de capítulos en los que disfruté como una enana. El final del primer capítulo de la nueva temporada me arrancó alguna lagrimita. Walter es muy grande. Y a mí también me encanta el regaliz rojo.
- Mia (Hit & Miss): he visto esta miniserie británica en Navidad. De lo mejor del año, sin duda. Su protagonista es total. Y mejor no saber más sobre la serie.
- Isaak Sirko (Dexter): una lástima que no hayan sacado más partido a un malo tan bueno. Un mafioso ucraniano gay que planta cara a Dexter recordando los mejores momentos de Trinity. Sirvió para revitalizar una de mis series favoritas, que espero, deseo, ruego que termine en 2013.
- Nicholas Brody (Homeland): que me encanta, sigo pensando que es malísimo, pero a veces hace que me olvide. Está volviendo más loca (aún) a Carrie y ha dado la vuelta a las tornas en la trama de la serie. Me encanta, no lo puedo remediar.
Odio a muerte:
- A Girls y sus protagonistas. Le di muchas oportunidades: quise abandonar al segundo capítulo y seguí hasta el sexto (creo...). Tras cada capítulo quería dejarlo hasta que lo hice. Y me sentí taaaaan bien... Igual vuelvo a echar un ojo a la segunda temporada. Sé que son odiosas a propósito y tal, pero es que es superior a mí, no puedo con Girls.
- A los guionistas de Downton Abbey que cuando no saben qué hacer con un personaje que debe desaparecer, lo matan. Bueno, no les odio en realidad, pero me hacen sufrir, malditos...
- A quien decidió cancelar Awake. A mí me gustó. Se ha quedado en miniserie a la fuerza. Lástima.
- A los que han decidido que sería buena idea que Cómo conocí a vuestra madretenga otra temporada más (y van a por la novena).
Placeres culpables de 2012:
- Arrow: me engancharon los abdominales del prota y me quedé por la historia.
- Nashville: música country y lucha de gatas. Mola.
- Revenge: me gustó más la primera temporada que lo que va de segunda. Victoria Grayson es razón más que suficiente para seguir viéndola.
- Smash: la mayoría de los capítulos son un rollo, pero Derek me hacía seguir. El primer y último capítulo merecieron la pena el esfuerzo.
Me enganché en 2012:
- Castle: no he visto enteras las primeras temporadas, solo capítulos sueltos, pero en verano vi casi del tirón la cuarta temporada y ahora voy a tiempo real con la quinta. Me gusta Castle, qué le voy a hacer.
- 24: llego con años de retraso, pero este verano ha sido en mi casa el verano de Jack Bauer. Muy fan. Y lo mejor es que solo he visto las dos primeras temporadas. Me quedan horas y horas de acción, conspiraciones y Bauer.
- The Walking Dead: vi la primera temporada y me aburrió bastante, así que la segunda la dejé para cuando tuviera tiempo. En el verano la vi del tirón. Y gracias a eso, he seguido con la tercera. Gracias, porque está en un plan estupendo. Eso sí, debería recordar más a menudo que no debo verla después de comer.
El domingo se entregaron los premios Emmy, "los TP de Estados Unidos", como dijo el taxista que me llevó al trabajo. En fin.
Ganó Homeland, una grandísima serie que nos pilló por sorpresa en el otoño pasado y que yo devoré en pocos días en las Navidades pasadas. Pero me dio mucha, mucha rabia no alegrarme más por ella. Mi corazón estaba con Breaking Bad y con Mad Men. Me duele que Jon Hamm siga sin Emmy y que Heisenberg no recibiera otro más. No puede haber premios para todos, ya lo sé, pero... Nos quedan los Globos de Oro, donde dependerá de lo que haga Homeland en su segunda temporada, que arranca en Estados Unidos el próximo domingo.
Acaba de empezar septiembre, un mes seriéfilo, con regresos y estrenos a tutiplén. Ya queda atrás un par de meses de descanso en los que he podido ver algunas series que tenía pendientes y añadir más obsesiones a mi lista personal. Un repaso a mi verano de series:
- Empecé la primera tanda de mis vacaciones de verano con la segunda temporada deBoardwalk Empire. La serie de los gángsters de Atlantic City en los años 20 sigue sin engancharme. Los últimos capítulos de la temporada, el último sobre todo, meten la quinta marcha, sí, pero hasta entonces nos tenemos que tragar unos cuantos capítulos de personajes turbios y de historias que no me llenan. Continúo pensando que es una serie que pretende ser más de lo que es. Seguiré con la tercera temporada por ser lo que es, pero es una clara candidata a quedar para un parón, o para el verano de 2013.
- Me habían recomendado vivamenteAwake, uno de los estrenos que, tras su cancelación, no pasará de la primera temporada. Y sí, me gustó bastante. No es una serie fácil: se mueve en dos realidades en las que la vida transcurre de forma paralela pero con pequeños cambios. El detective Michael Britten irá investigando los casos que se le presentan en cada capítulo, además de tener como fondo la cuestión de su vida personal, cuál de esas vidas paralelas es la realidad y cuál es el sueño. En los primeros capítulos no te enganchas del todo, pero poco a poco vas entrando en ese mundo dividido y empatizando con el personaje de Jason Isaacs, el veradero motor y el alma de la serie. Una ficción recomendable que, desgraciadamente, quedará en el cajón del olvido y de las series incomprendidas rápidamente. Pero se puede ver como miniserie. Por mi parte, queda recomendada.
- El verano de 2012 ha sido el momento de mi reconciliación con The Walking Dead. Mi relación con los zombies ha sido bastante complicada: empecé muy enganchada tras el piloto. Me fui desenganchando poco a poco durante una lenta primera temporada y no me subí al tren de la segunda. Sin embargo, fui leyendo comentarios y las alabanzas en el tramo final me animaron a darle una segunda oportunidad. Quizá haya sido el hecho de haber visto la temporada en un par de semanas, pero me ha gustado bastante, incluso más que la primera. El tramo final deja con ganas de más, con momentos de emoción, de asco, de gritar a los protagonistas... Me apunto a la tercera temporada, a ver qué tal nos va.
- Este verano, y con bastantes años de retraso, he intimado con Jack Bauer. La primera temporada ha caído en pocas semanas y ha llenado el hueco las vacías noches de televisión en familia. Ante la sequía de series para ver con mis padres, y tras haber terminado Revenge y The Good Wife (en mi caso, por segunda vez), quise introducirles en el mundo de los Fisher y empezamos con A dos metros bajo tierra. Mi padre se dormía o se iba a otra parte, así que recurrí a un as que me guardaba en la manga: las ocho temporadas de 24. No han podido quejarse de falta de acción ni de pocos capítulos. Vamos por la segunda temporada, así que todavía tenemos Jack Bauer para hartarnos. Iremos poco a poco, y seguramente el próximo verano volvamos a recurrir a Jack para salvar las noches de verano. ¿Lo malo? Ahora veo spoilers de 24 por todas partes: antes estaban ahí pero no los entendía; ahora lo pillo todo. Maldita sea...
- Pero si he intimado con Jack Bauer, lo mío con Castle ha ido más allá todavía. No era gran seguidora de la serie hasta que empezaron a echarla a eso de las 12:30-13:00 en Factoría de Ficción. Mientras comía antes de ir al trabajo, veía Castle en pequeñas raciones (creo que nunca llegué a ver un capítulo entero hasta este verano). Luego la quitaron y eché taaaaanto de menos esos momentos... Entonces llegó el final de la cuarta temporada en Estados Unidos y todo el mundo a mi alrededor (blogs, Twitter...) hablaba sobre ello. Irremediablemente, terminé pinchando en el vídeo, claro. Para limpiar mi mala conciencia, me propuse ver en el verano la cuarta temporada entera para empezar la quinta a la misma velocidad que el resto de la gente. Ayer precisamente terminé la cuarta temporada. Así que otra para sumar a este año loco de series. Pero seguro que merecerá la pena el esfuerzo. Castle es mucho Castle.
- El canal ABC Family ha estrenado este verano en EE UU la primera temporada de Bunheads, la nueva serie de la creadora de Las chicas Gilmore. Con esa presentación, había que verla. Primera advertencia: no es Las chicas Gilmore. Era imposible. Pero sí tiene a veces algún destello, sobre todo en su protagonista, que puede recordar de lejos a nuestra gran Lorelai. La historia se centra en una corista de Las Vegas que, cosas de la vida, ve cómo en cuestión de horas su vida pasa a estar relacionada con un pueblo tranquilísimo, Paradise (nada que ver con Stars Hollow, ay), y tendrá que convivir con su suegra, quien, como debe ser, es la dueña de una academia de danza. La serie sigue más la vida de las alumnas de ballet que la de las adultas (los hombres brillan por su ausencia...), lo que le resta gracia al asunto. Para quien guste de inyectarse altas dosis de azúcar en vena y de historias ligeras, ahí tenéis. Yo seguiré con ella por venerar la memoria de las Gilmore y por su protagonista.
Este verano también vi la miniserie de la BBC sobre Grandes esperanzas (bien); lo intenté con The Hollow Crown, adaptaciones de Shakespeare (abandoné); he empezado Treme(estoy con ella ahora); he decidido retomar los últimos capítulos que me faltan de The Office (a ver si me animo un día de estos...); y he flipado en colores con Breaking Bad. Pero lo de Walter White, digo, Heisenberg ("say my name"), Jesse Pinkman, Mike y compañía ya da para otro post.
Llevábamos tiempo esperando el regreso de Aaron Sorkin a la televisión. En realidad, yo no tengo muchos referentes de Sorkin: no he visto todavía El ala oeste de la Casa Blanca (sí, no me mires así, no la he visto, pero la tengo en cola esperando) ni ninguna de sus series. Mi única referencia de Sorkin es La red social, y me gustó, mucho. Quizá sea precisamente el no haber visto su "obra maestra" lo que me haya hecho más fácil que me gustara The Newsroom, la serie que ha estrenado este verano y que muestra el trabajo en la redacción de un ficticio programa informativo de televisión.
Desde su estreno, los espectadores de The Newsroom (la redacción, en castellano) se han dividido entre aquellos que se mostraban a favor de la serie y los que se han sentido decepcionados por ella. Yo me posicioné desde el minuto uno a su favor, y ahí he seguido hasta el final. Por supuesto, veo sus defectos, no es perfecta, pero tampoco suponía que iba a serlo.
Partamos de que estamos ante una ficción. Aunque se base en noticias reales (lo que hace que el tiempo pase quizá demasiado deprisa), The Newsroom es ficción. Esos periodistas no existen. Y menos mal. Esa gente no es humana: trabajan sin desacanso, son tan eficientes que dan asco, mantienen siempre su mente fría en los momentos de grandes noticias de última hora... Cualquiera que haya pasado algún tiempo en una redacción sabe que eso, en el día a día, no siempre pasa. Así es la vida real. Pero cuando vemos The Newsroom debemos tener en mente que estamos viendo ficción; y que en esta ficción, saben cómo iban a ser las cosas.
Una de mis escenas favoritas de la serie reúne todos los ingredientes para odiarla y para amarla. El final del capítulo "Fix you" recurre (una vez más) a la canción de Coldplay para llegar al corazón del espectador, además de dar una lección imprescindible de Periodismo. Una lección de Periodismo teórico, por supuesto. La vida real no es así. Pero The Newsroom no es la vida real, insisto. Sigo pensando que, como lección teórica, este vídeo debería verlo todo periodista y estudiante de Periodismo: los primeros, posiblemente, torcerán el gesto; pero unos y otros deberíamos tener en mente estos ideales cuando trabajamos.
El idealismo. Precisamente esa es la principal razón por la que estoy a favor de esta serie. El idealismo. Sorkin parece obsesionado con Don Quijote, que los personajes mencionan en repetidas ocasiones (pero, por Dios, ¿por qué no citan a Cervantes, sino al musical? Mal, muy mal). Todos deberíamos ser un poco Don Quijote y un poco Sancho. Creo que los que están en contra de la serie tienen más de Sancho que de Don Quijote. Yo soy demasiado realista, demasiado Sancho; por eso, siempre que puedo, me gusta jugar a ser Don Quijote. Crearte un mundo a tu medida y moverte en él con tus propias reglas. Reinventar el mundo. ¿A quién no le gustaría? Don Quijote era más que un loco. Era un idealista. El mundo necesita más donquijotes.
En The Newsroomgritan mucho, las mujeres quedan en un papel horrible, los problemas amorosos de los personajes nos importan entre 0 y -1, hay personajes insoportables (collejas infinitas a Maggie, por favor). Y aun así, me sigue gustando.
Porque cuando quiere hacer un capítulo memorable, como parece que quería ser el de la muerte de Bin Laden, no le sale del todo bien. Porque la cabecera es tan viejuna que echa para atrás. Porque es imperfecta. Como tú, como yo. Porque es idealista. Porque me gusta que la gente encuentre la frase perfecta para el momento perfecto, algo que a mí nunca me pasa. Porque tienen a Don Quijote como referente. Porque parece que está de moda que no te guste.
Yo suelo echar mano de los fines de semana para ponerme al día con las series. Pero no hay demasiadas series que haya visto en plan atracón de los de verdad. Fringe ha sido lo más parecido: casi tres temporadas en aproximadamente mes y medio. No está mal, pero es que con Fringe es fácil: engancha que da gusto. En los últimos veranos también he aprovechado las tardes para ver series pendientes o engancharme a otras en cuestión de un par de días: uno de los casos que más recuerdo de enganche veraniego es Misfits; ahí sí que me dije varias veces eso de "venga, uno más y ya", y terminaron siendo dos o más del tirón. Y el enganche en familia más claro que hemos vivido recientemente ha sido The Good Wife.
En mi caso, tengo la teoría de que yo debería ver siempre una serie del tirón; mi memoria de pez no da para mucho y de un año a otro, yendo al día, me olvido de más de la mitad de las cosas (no exagero, me olvido completamente de todo, ni personajes ni situaciones... desastre total). Breaking Bad hay que verla del tirón, lo estoy pasando muy mal yendo al día. Con Perdidos debería haber hecho lo mismo: por suerte, tenía a mi hermano para irme recordando lo que había pasado antes y por qué pasaba lo que pasaba. Es lo bueno que veo a ver las series así: te sumerges mucho más en la historia, se vive mucho más intensamente y no corres el riesgo de olvidar.
De eso que estás viendo la ceremonia de apertura de los Juegos de Londres, todo muy british, con su Shakespeare, su revolución industrial, sus cuentos, su música, su cine, su tele... Y de repente: ¡pero Merche, si los Alcántara acaban de salir en medio de la recopilación de imágenes históricas de la televisión británica!
Acabo de ponerme al día con Fringe. Locura absoluta. Desde principios de febrero llevo con el chip maratoniano para conseguir llegar a tiempo a los últimos capítulos de la cuarta (y esperemos que no última) temporada. Me mataba no poder meterme en blogs o andar por Twitter con cuidado para no tropezarme con demasiados espoilers (aunque alguno ha caído, inevitablemente). Y, sobre todo, no soportaba no poder comentar lo que estaba viendo.
Justo me he puesto al día con la serie en el mejor momento. No es ningún secreto que el 4x19 es uno de los mejores capítulos de la temporada. Y estrena nueva intro. Los cambios de cabecera en Fringe son ya una tradición. Ya vamos por siete versiones. ¿Seguiremos sumando?:
Después de ocho capítulos de The Riverme reafirmo en lo que dije tras ver el episodio doble con el que arrancó. Las mismas dudas que tenía se han mantenido durante los ocho capítulos que ha durado la primera y, previsiblemente, única temporada de la serie. Querían dar miedo al estilo Paranormal activity o El proyecto de la bruja de Blair, un tipo de miedo que a mí no me llega y que es complicado sostener durante tantos minutos. Ni muñecas diabólicas colgando de árboles, ni espíritus chungos que toman posesión de la gente, ni cámaras nocturnas que captan movimientos extraños.
Y lo que es más grave: no he llegado a empatizar con ninguno de los personajes. Ni me provocaron simpatía ni odio. Me daba igual que rescataran o no al explorador Emmet Cole. De hecho, visto lo visto, pensaba que era mejor si no le encontraban. El resto de personajes que formaba parte de la expedición que va al Amazonas a buscar al aventurero tampoco se ganaron mi simpatía. Por no mencionar a los personajes hispanos (aunque el español del padre era más que sospechoso): la única función de la niña era contar en nuestro idioma las leyendas que explicaban los acontecimientos que estaban presenciando.
No me creo que las cámaras capten todo, todo. No me creo que todas las leyendas de la zona se vuelvan contra ellos. No me creo los diálogos y las situaciones. Es una serie que solo se puede entender como un entretenimiento ligero y que, para aceptarla, hay que hacer demasiadas concesiones. Que tenga momentos interesantes no justifica toda una serie llena de efectismos.
Y lo que más rabia me da: que quisieran hacernos creer que iba a ser el nuevo Perdidos. Ja.
Porque no todos vemos las series al mismo ritmo. Porque lo que tú sabes que pasa en una serie puede que yo no lo sepa todavía. Mejor evitar los spoilers y fastidiar a los demás el descubrimiento de lo que va a ocurrir.
Varios actores de serires nos dicen (en clave de humor) unas sencillas reglas para evitar espoilear a diestro y siniestro (vídeo en inglés):
Las cadenas españolas cada vez tienen más prisa por estrenar las serie estadounidenses para evitar la piratería. Todavía queda mucho por hacer, pero a veces los espectadores exigimos cosas que no son tan fáciles.
Los estrenos exprés suponen problemas: la programación estadounidense lleva un ritmo con ciertas peculiaridades que afecta también a España; el doblaje necesita un tiempo lógico. No vale eso de que es mejor ver las series en versión original subtituladas. Por supuesto que es mejor, pero la realidad es que la mayoría de los españoles no ve cine ni series en versión original. Que se emita todo con subtítulos es, hoy por hoy, una utopía imposible. Y el trabajo de las personas implicadas en el doblaje de una cinta (película o serie) es algo que siempre me ha llamado mucho la atención: no lo valoramos apenas pero sin ellos, nuestra percepción de esas historias sería otra.
Me enganché a Housecomo él a la vicodina. Hubo un tiempo en que esperaba ansiosa la noche de los martes, si no recuerdo mal, para ver en Cuatro otra sesión del médico más irreverente, el que resolvía todos los casos por pura inspiración y que jugaba a ser Sherlock Holmes con los pacientes. Pero pasaron las temporadas y, aunque yo seguía queriendo más House, empezaron a llegar otras novedades que le fueron desplazando hasta que terminé por ponerle los cuernos definitivamente con otros más jóvenes. Como la vida misma, vamos.
Me quedo con sus borderías e impertinencias. Con el lupus, que nunca era lupus. Con sus frases.
"¡Hola, enfermillos! Y familiares. Para ahorrar tiempo y evitar charlas aburridas, soy el doctor Gregory House, o sea, "Greg", uno de los tres médicos que pasan consulta esta mañana. No se apuren, la mayoría de sus casos los resolvería hasta un mono con un frasco de analgésicos."
"¡Vaya, tú si que eres feo! Pero has tenido suerte, en otra rama del reino animal tus padres te habrían devorado al nacer."
"Escuchar vuestras teorías, reírme de ellas y apropiármelas, lo típico."
"Perdona, bostezo porque intento demostrar aburrimiento."
"Si hablas con Dios eres religioso, si Dios habla contigo, eres psicópata."
Cambian los hábitos de consumo de televisión: ya no la vemos en solitario y comentamos al día siguiente con los amigos y compañeros lo que ha ocurrido en Gran Hermano o el arranque de Toledo. Ahora lo comentamos en directo con otros miles de personas que hacen que cada día los programas del prime time estén entre los temas más tratados en Twitter. Y que hacen que ver televisión sea mucho más divertido.
Empecé tarde a ver Expediente X. Era demasiado pequeña para ver series de mayores. Pero llegué a tiempo de algunos grandes capítulos cuando los emitía Telecinco. Me hice muy fan de Mulder, claro, y pensaba que estaba muy mal de la olla por creer que "la verdad está ahí fuera". Me perdía con el hilo argumental de fondo, con la conspiración que les ponía tantas trabas para investigar y me aburrían los capítulos sobre la hermana de Mulder o la abducción de Scully. Pero la serie en general tenía un punto que me atraía.
Quizá por eso, por el buen recuerdo de Expediente X, años después empecé a verFringe, y de nuevo, lo hice tarde. La ciencia-ficción, así de primeras, me tira para atrás. Pero el runrún bloguero hizo que me picara la curiosidad. Me advirtieron que costaba un poco engancharse. Empecé a ver capítulos en los ratos de autobús yendo y volviendo del trabajo. Así me hice fan de los Bishop, de cada uno de los dos por razones diferentes... Pero dejé de ir en autobús al trabajo y abandoné Fringe cuando parecía que empezaba a tomar cuerpo el asunto.
Hasta entonces, era un procedimental con capítulos autoconclusivos y algunos episodios en los que se empezaba a ver una historia de fondo, un motivo a todas las cosas raras que tenían que investigar los protagonistas. Alguna sonrisa de vez en cuando por las paranoias que se montan, risas por las cosas de Walter, esa Olivia que sufre como una condenada... Pero ahí quedó la cosa.
Ahora, ha sido ver un par de capítulos más de Fringe y terminar devorando casi media temporada en dos días. Y lo mejor es que todavía me queda toda la tercera temporada y lo que llevan de cuarta. El enganche ya es total, pero me he obligado a dejar esta droga, más dura que las que toma Walter aunque con menos efectos secundarios, sin duda.
No sé qué tiene que te lleva de un capítulo a otro sin remedio. Cuanto más inverosímil es todo, mejor. ¡Larga vida a Fringe!
Este era el tráiler de cómo empezó todo. La de cosas que han pasado desde entonces... Y eso que yo solo he terminado la segunda temporada...
Se esperaba más de la entrega de premios que presentó ayer Ricky Gervais. El dolor que causó en Hollywood sus monólogos el año pasado y toda la polémica que vino después (que si le prohibían volver a presentar esos premios, que si ahora nos echamos atrás y te volvemos a contratar...) hacía presagiar una noche movidita. Pero no. Gervais se mantuvo mucho más comedido, solo con algún chiste de dudoso gusto y poco más.
Siempre me han gustado los Globos de Oro por mezclar premios de televisión y de cine. Esta vez los volví a vivir de principio a fin en El País narrándolo en directo con mis compañeros Miriam Lagoa y Gregorio Belinchón y con resúmenes finales. Para los que no aguantasteis la noche en vela, así narramos los premios, crónica de la gala y los mejores momentos (con Antonio Banderas recitando a Calderón de la Barca incluido).
La gala fue bastante aburrida, pero nosotros, ayudados por Eskup y Twitter, lo pasamos muy bien. Y se nota:
La madrugada del domingo 18 la pasé en la redacción acompañada por Miriam (y Manme). Estuvimos a tope comentando en Eskup la gala de los Emmy. Series, series y más series. Que nos gusta a nosotras una buena serie... Justicias, injusticias, emociones, gritos de "¡bien!" con algunos premios... Lo pasamos muy bien. Creo que se nota en nuestra retransmisión en Eskup. Como seguro que no estuvisteis en vela toda la noche para ver la gala, aquí tenéis todo lo que dio de sí minuto a minuto, además de la crónica y los diez mejores momentos de estos Emmy. Ah, y larga vida a Quinta Temporada.