sábado, 19 de enero de 2013

Adiós a 'Fringe'


Otra serie a la que decimos adiós. Fringe ha durado cinco temporadas, pero yo llegué tarde a ella. Solo la he visto al día durante un año, el resto fue en maratón (ya conté hace casi un año cómo me enganché a Fringe). Una serie adictiva, que no engancha fácilmente y que tiene casi tantos fans como detractores (igual los fans éramos pesados, pero los detractores tienen tela también...). Pero cuando te atrapa, ya no hay remedio.

Fringe ha cambiado tanto desde que empezó como sus cabeceras. Al principio, la historia se centraba en Olivia, qué había pasado con su novio y los casos autoconclusivos que resolvía ayudada por Walter, el científico loco, y Peter, el hijo ausente que se ve obligado a traducir al cristiano lo que dice el padre. Pero la historia se fue perfilando y dejó el arranque titubeante atrás cuando se iba acercando el final de la primera temporada y todo empezó a volverse cada vez más loco. Cada vez más Fringe.

Al final ha resultado que lo importante era contar la relación entre padre e hijo (o entre padres e hijos, que en la quinta temporada también tenemos a Etta). Los mundos paralelos, los viajes en el tiempo y la relación entre Walter y Peter como punto de atención. Y toda la mitología que envuelve a la serie, con su propio mundo de autorreferencias.

El viernes fue el último #FringeDay, y Canal Plus Acción emitió los dos capítulos finales a la vez que en Estados Unidos (en realidad, al echarlos sin publicidad, en España vimos el final de Fringe antes que en su tierra originaria: ¡toma!). Y, afortunada de mí, pude ver el final con Miriam (nos faltó Álvaro, pero en la próxima cita seriéfila de Quinta Temporada estaremos todos).

A partir de ahora, SPOILERS del final. 

El penúltimo capítulo pasó un poco sin pena ni gloria, solo con el reencuentro de Olivia con su yo del otro lado y Lincoln y vimos cómo son en el futuro. Pero el capítulo chulo fue el último. Era el capítulo 100 y los responsables de la serie ya habían dicho que sería una carta de amor a los fans. Walter (no podía ser otro) nos tocó la fibra sensible primero despidiéndose de su hijo y después, sobre todo, con la despedida de Astrid, el momento en el que solté alguna lagrimita (pero nada comparable a la llorera con el final de Perdidos...). Ay, Walter, te vamos a echar de menos.



El final tuvo muchos autohomenajes, como la utilización de muchos bichos y eventos fringe en el ataque a los Observadores. Y a Walter cruzando con el niño-anomalía-observador al futuro para librarnos de los malvados calvitos. Y un tulipán blanco de Walter para Peter. Y la mirada de Peter a la cámara final (la sombra de Perdidos es alargada) que puede tener muchas interpretaciones: me quedo con que el tulipán blanco de Walter es también para los espectadores.



Ah, y una dedicatoria muy especial escondida entre las cartas de Peter y Olivia: "Thank you for the support" ("Gracias por el apoyo"). La carta de amor que queríamos. Gracias a vosotros.



Lo mejor es que ayer comprobé también que cuando se vuelven a ver capítulos pasados de Fringe, es la misma que la primera vez. O incluso mejor. Volveré a Fringe. Igual que sé seguro que volveré a Perdidos. Hay series y personajes difíciles de olvidar.

"Because it's cool", que diría Walter Bishop. 

lunes, 14 de enero de 2013

Noche de Globos 2013


Noche de Globos. Noche de trabajo, de Eskup, de Twitter, de teclas que echan humo, de capturas de pantalla, de vídeos... Aunque el dream team de los directos de premios no estaba al completo (ay...) lo pasamos bien entre premios de cine y de televisión. Me alegró que ganara Argo, que en los Oscar tiene pinta de que le va a ir mucho peor. En series, se veía venir el triunfo de Homeland (apostaba por ella: esta vez apostaba a caballo ganador y siguiendo el corazón, aunque habría molado que Mandy Patinkin también hubiera ganado premio). Y no me gusta nada que haya ganado Girls: no soy su público. Pero es lo que hay.

Así fue una noche más de premios, alguna sorpresa y mucho sueño (como siempre en estos casos):