El que iba a ser el Palacio de Congresos del Partido Nazi y el campo y la tribuna de Zeppelin, en Nuremberg, fueron posiblemente los monumentos que más me impresiononaron de todo lo que visitamos en Alemania. Más que por las construcciones en sí, por lo que suponía de historia grotesca y espeluznante.
El Palacio, que quedó a medio construir debido el comienzo de la II Guerra Mundial, estaba pensado para crear un efecto de poder y fortaleza que impresionara a todo el que lo viera. De hecho, se estaba construyendo al lado de un lago en el que se reflejaba la construcción para dar la sensación de que tenía el doble de tamaño. Al ser un monumento histórico, no se ha podido terminar. Ahora aloja el centro de documentación sobre el nacismo de la ciudad de Nuremberg.
Por otra parte, el campo donde en 1909 aterrizó Zeppelin con su enorme globo-medio de transporte fue el lugar elegido por Hitler para llevar a cabo sus discursos y los desfiles del partido Nazi. La tribuna desde la que Hitler se dirigía a los suyos permanece prácticamente como en aquellos tiempos y es fácil imaginárselo pronunciando sus desquiciados discursos. Ahora se utiliza como explanada para hacer conciertos y actos culturales. La idea es utilizar para un fin totalmente diferente, de celebración y alegría, un lugar con un pasado tan oscuro.
Esta misma ciudad, elegida por Hitler para ser centro de su partido por ser el centro también del antiguo imperio germánico, fue el lugar donde se quiso impartir justicia tras la guerra y el holocausto judío con los juicios contra los responsables de tales actos. Por desgracia, no se pudo juzgar a todos.