miércoles, 24 de diciembre de 2008

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Me gusta el día de mi cumpleaños.

La gente suele decir "qué mierda que tu cumpleaños coincida con Nochebuena". Pero para mí nunca ha supuesto algo negativo, sino al revés. La mayoría de la gente se acuerda de mi cumpleaños por eso (otros lo confunden con Navidad, y me da mucha rabia), además, todo el mundo está de fiesta, hay mejor ambiente en general en todas partes, y es el único cumpleaños en el que nos seguimos reuniendo para celebrarlo en familia. Los demás se han ido dejando de celebrar poco a poco, pero en el mío siempre nos reunimos. Comprendo que la celebración es compartida entre la Nochebuena y mi cumpleaños, pero nos llevamos muy bien y nos entendemos, no nos importa.

Me gusta eso de que haya una historia detrás del día en que nací, una historia que todos sabemos y que cada año repite alguien durante la cena de Nochebuena. En resumidas cuentas, ese 24 de diciembre de 1983, a las ocho menos veinte de la tarde hice mi estelar aparición en este mundo. Las enfermeras habían dicho a mi madre algo así como "vamos, esta niña tiene que nacer ya, que nos tiene que dejar cenar". Mi abuelo Antonio, para que la espera no se hiciera larga, se había ido a jugar a un bingo cercano unos cartoncillos (no fue mientras en el momento del parto, pero bueno, mola la anécdota). Cuando ya había nacido, la familia cenó en casa de mi tía Conchita en Madrid. Mi abuela Manola cenó ese día un filete de emperador, que, según lo describe, cada año que pasa es más pequeño y llevaba más tiempo en el congelador...

Fui la primera, y nací un día especial. Me gusta. Yo siempre me he sentido algo diferente, algo especial. Es normal, nací en Nochebuena.

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