Cuando ayer leí la noticia de la publicación de un relato inédito de Juan Carlos Onetti y los 100 años de su nacimiento que se cumplen dentro de pocos días, me acordé del tiempo que hemos pasado juntos ese escritor y yo a través de su novela El astillero, y tambíen recordé mi promesa de hablaros sobre los libros que he tenido que leer para la asignatura de Literatura Hispanoamericana.
En el caso del escritor uruguayo, se me hizo especialmente complicado. El astillero nos lleva a un mundo mítico y de ficción, una ciudad llamada Santa María, en la que unos personajes a medio camino entre lo real y lo imaginario (algunos nacen de la imaginación de otros y todos surgieron en otra novela de un sueño, simplemente) tratan de salvar su vida como buenamente pueden, pero sin conseguirlo.
El astillero es la historia de un quiero y no puedo, aunque tampoco quiero, en realidad. Es el relato de la crisis existencial que atraviesa el protagonista de la obra, Larsen (que en otras novelas de Onetti aparece con el nombre de Juntacadáveres y Carreño). Una crisis emocional y vital. Quiere resarcirse por lo que ocurrió en el pasado (fue el regente de un prostíbulo en la ciudad hasta que terminaron prohibiendo esos negocios, por lo que le echaron durante 10 años del lugar). Para ello, cree haber encontrado el amor y un futuro laboral recuperando el astillero, algo con lo que poder hacer el bien que no consiguió en el pasado. Pero todo queda en nada, todo se evapora ante sus ojos, sin poder hacer mucho más que quedarse quieto mirando cómo se le escapa de las manos la oportunidad.
No me pilló en buen momento. La lectura se me hizo muy dura, muy pesada por la forma densa de escribir que tiene Onetti, y dura por lo que se narraba. No sé si no me llegué a identificar con el protagonista o si es que me identifiqué demasiado. El caso es que me va a costar volver a leer algo de Onetti. Complicado y duro. Eso sí, como la vida misma.