sábado, 27 de junio de 2009

Comala, donde habitan los muertos

Si por algo agradezco haber tenido que hacer la asignatura de Literatura Hispanoamericana (la primera parte, en 5º toca la segunda parte, pero ahí nos vamos más atrás en el tiempo) es por haberme obligado a introducirme en el mundo de escritores como García Márquez, Vargas Llosa o Juan Rulfo. Volveré a caer en sus redes, estoy segura, se ha iniciado una relación que no puede quedar aquí solamente.

En el caso de Juan Rulfo, va a ser complicado, porque no escribió más que un libro de cuentos, El llano en llamas, algunos escritos sobre cine y la novela Pedro Páramo. Por lo visto, creyó que era imposible superar los niveles que había alcanzado con esos dos libros, cumbres narrativas en sus respectivos géneros (cuento y novela), y no volvió a publicar nada más. Todo un personaje el mexicano.

Acometí la lectura de Pedro Páramo sin saber apenas nada de su argumento. Tengo la costumbre de, siempre que puedo, leer los libros que me mandan en la carrera sin haber leído antes la introducción o nada de información sobre su argumento, sobre todo porque los analistas literarios tienen la extraña costumbre de contar el final del libro o desvelar aspectos importantes del argumento que se deben descubrir cuando toca, no al principio.

No sabía lo que me iba a encontrar en esta novelita corta, en la que el tiempo y el espacio se fragmentan, se mezclan y se vuelven a unir, al principio aparentemente sin sentido, luego como un puzzle en el que todo va encajando. Los vivos y los muertos viven y conviven juntos. Comala, el pueblo ficticio en el que transcurre toda la historia de la novela, se convierte en la gran protagonista de la historia junto a su protagonista, Pedro Páramo.

Pero mejor no voy a contar más. Simplemente decir que merece la pena adentrarse en ese mundo fantasmal y espectral, una especie de infierno en el que no sabemos si podremos encontrar salvación y que, sin embargo, nos atrae y nos hace querer más. Una narrativa innovadora, rompedora, dentro de la tradición, que requiere un esfuerzo importante por parte del lector para ir hilvanando todo lo que allí se cuenta, y que hace que quieras (o más bien necesites) volver a leerla.

Bienvenidos a Comala.