Todo el mundo se paraba a mirarlo y a hacer fotos. Un Ferrari rojo era la nueva atracción de la playa de Gandía. Por 20 euros te podías llevar una gorra y una pequeña vuelta en el coche. El precio iba subiendo si querías que la experiencia fuera grabada para tenerla de recuerdo y si querías conducir tú mismo el coche.
El hombre de la gorra era, sin duda, su propietario. Me acordé de Joey, cuando parecía que le había "vomitado" un Porsche. A mí, desde que probé los Aston Martin, nada así me impresiona.