Por mi cuerpo corre sangre atlética. Éramos bastante pequeños cuando nuestros abuelos maternos nos llevaban a mi hermano y a mí al Calderón. Aprovechando que el tío de mi madre renovaba su abono, visitábamos la sala de trofeos y conseguían que nos dejaran pasar a ver el asiento donde vería los partidos. Ese estadio completamente vacío, todavía con bancos corridos y que por fuera tenía los colores rojiblancos, nos llegó al alma.
El primer partido de fútbol que vimos en directo fue un amistoso entre el Alcalá y el Atleti en el campo de la Virgen del Val. Yo ya sabía a la perfección qué era un fuera de juego, pero mi obsesión era buscar por la banda a Caminero: cosas de estar entrando en la adolescencia.
No sé si fue ese año o el siguiente, pero llegó el momento de ver un partido en el Calderón por primera vez. Yo tenía 12 años; mi hermano 9. Y vivimos desde las gradas la victoria frente al Albacete que nos dio el título de Liga del año del doblete. La mejor primera vez en el Calderón que se pueda tener.
Pronto nos dimos cuenta de que esto no iba a ser un camino de rosas. Ya me lo venían advirtiendo: somos los pupas, los sufridores... Pero la cabeza no sirve en estas cosas. Llegó el descenso, una noche de llorar mucho, y días de pasarlo muy mal.
El domingo antes de empezar los exámenes de Selectividad teníamos la oportunidad de ascender de nuevo a primera tras un añito en el infierno, y ahí estuvimos, en el estadio, para dar nuestros ánimos al equipo. Cuando terminamos y ya sabíamos que las carambolas no nos habían favorecido, que tendríamos que esperar una jornada (y al final tuvimos que esperar un año más), me hice una foto en el estadio en la que, aunque no se note, estaba temblando de nervios por los exámenes del día siguiente.
Y poco a poco, aquí hemos llegado. Desde el primer momento tuve claro que siempre sería del Atleti, que moriría sintiendo estos colores. Y muy orgullosa de ello. Lo llevo en la sangre, me viene de familia, es normal que hoy esté más nerviosa de lo normal. Muchos recuerdos a la vez colgados en un corcho encima de mi cama.