martes, 2 de febrero de 2010

True Blood: Sexo, drogas y... sangre

Empecé a ver True blood con mis reservas: las historias de vampiros no me apasionan. Sin embargo, la fama le precede, y ser del creador de A dos metros bajo tierra, de la que he terminado hace poco la segunda temporada, me terminó de convencer. Además, 12 capítulos por temporada me parece lo suficientemente breve como para darle una oportunidad.

Y me alegro. Me ha entretenido, me he reído, e incluso en el final de la temporada me sorprendieron (me dejé llevar por los guionistas y pensaba que el asesino era otra persona, inocente de mí).

Creo que no soy la única que lo piensa: Sookie, la protagonista, que puede leer los pensamientos de la gente (y no sé para qué le sirve...), es odiosa. Pero se compensa con el vampiro Bill, por supuesto. Luego están Sam, el dueño del bar y que esconde un secreto, Tara, la amiga con una complicada vida personal, Jason, el hermano de Sookie siempre metido en líos... Para ser un pueblo tan pequeño da para bastante.

Los vampiros acaban de "salir de la tumba", y los conflictos sociales no han hecho nada más que empezar. Desde una perspectiva diferente vemos reflejado el racismo, la exclusión social o el problema de las drogas. Porque no todo va a ser vampiros y colmillos.

Aunque no puedo evitar acordarme muchas veces de Buffy y reirme un montón cada vez que los vampiros sacan sus colmillos o que los capítulos terminan con Sookie gritando, seguiré viendo la serie, ya estoy descargando la segunda temporada.