sábado, 24 de octubre de 2009

Noches lúgubres

Me gusta tener siempre alguna asignatura de literatura cada año cuando me matriculo de Filología. Este año creo que me lo voy a pasar bien con la asignatura de quinto Literatura Española del siglo XVIII y XIX. Me gustan esos siglos literarios. Lo malo es que la parte teórica es demasiado extensa, pero eso ya es otro cantar.

Para arrancar, un poco de prerromanticismo español con José Cadalso y sus Noches lúgubres. No lo había leído todavía, y me ha gustado reencontrarme con el Romanticismo, o una versión de él previa a su consolidación en España. A Cadalso se le ha llamado el primer Romántico de Europa, aunque no sea una definición muy ajustada. Sí que es el introductor del género sepulcral en España gracias a sus Noches inacabadas.

Gracias a este libro se creó una leyenda muy del estilo Romántico que decía que, tras la muerte de María Ignacia Ibáñez, la "Filis" de sus poemas, la desesperación de Cadalso fue tal que una noche intentó desenterrarla para llevarse el cadáver a su casa. Sin embargo, le pilló el conde de Aranda y fue desterrado por esa razón. Sin embargo, no ha podido ser comprobado y ha quedado en el campo de la leyenda.

Precisamente esa historia es la que marca el hilo de lo que ocurre en las Noches lúgubres, con algunas variantes. El protagonista, Tediato, busca ayuda en el sepulturero Lorenzo para intentar sacar el cadáver de su amada, llevarlo a su casa, incendiar la casa y morir junto a ella. Pero los dos intentos se verán frustrados por la rápida venida del sol. La tercera noche está incompleta, por lo que nunca sabremos qué ocurrió al final, si Tediato consiguió su objetivo o si su sufrimiento romántico tuvo que alargarse durante más tiempo, e incluso indefinidamente.

Noche, tumbas, sonidos de almas en pena, cárcel, lamentos, y el amor por encima de todo. Romanticismo en sus primeros pasos y marcando lo que sería la moda durante años en España y buena parte de Europa.

«¿Si será esta noche la que ponga fin a mis males? La primera, ¿de qué me sirvió? Truenos, relámpagos, conversación con un ente que apenas tenía la figura humana, sepulcros, gusanos y motivos de cebar mi tristeza en los delitos y flaqueza de los hombres. Si más hubiera sido mi mansión al pie de la sepultura, ¿cuál sería el éxito de mi temeridad? Al acudir al templo el concurso religioso, y hallarme en aquel estado, creyendo que... ¿Qué hubieran creído? Gritarían: muera ese bárbaro que viene a profanar el templo con molestia de los difuntos y desacato a quien los crió.»