domingo, 16 de enero de 2011

Cien años de soledad y Macondo, sin segundas oportunidades

"Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra"
Cien años de soledad. Hacía tiempo que quería leerlo y nunca encontraba el momento, me producía respeto. Precisamente por eso, me decidí a viajar con la mente a Macondo, ese pueblo a medio camino entre la realidad y la ficción, entre lo terrenal y la fantasía. Un lugar aislado del resto del mundo donde es posible que se esté lloviendo durante cuatro años, once meses y dos días seguidos, o que un solo hombre haga 32 guerras civiles y las pierda todas, o que tres mil personas sean asesinadas por el ejército y llevadas al mar en un tren de doscientos vagones y nadie en el pueblo salvo una persona recuerde tal acontecimiento.

Macondo es ese lugar de nuestra imaginación donde habitan los Buendía, una estirpe que va dejando tras de sí un reguero de fantasmas de los que las nuevas generaciones no se pueden librar. Solo las hormigas serán capaces de llevárselos por delante.

Si le das vueltas a la historia, lo lees como metáfora de la sociedad contemporánea o desde el punto de vista mítico, Cien años de soledad te gusta. Si te dejas llevar por la narración y las vicisitudes de los Buendía, Cien años de soledad te gusta. No hay escapatoria. Estarás enganchado sin remedio desde las primeras líneas:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.