Así termina sus días Henri Christophe en el reino de este mundo, un final impresionante cuando todo el mundo le había dado la espalda:
Casi no se oyó el disparo, porque los tambores estaban ya demasiado cerca. La mano de Christophe soltó el arma, yendo a la sien abierta. Así el cuerpo se levantó todavía, quedando como suspendido en el intento de un paso, antes de desplomarse, de cara delante, con todas sus condecoraciones. Los pajes aparecieron en el umbral de la sala. El rey moría, de bruces en su propia sangre.