Ayer volví al Calderón. Cada vez que voy es una fiesta para mí. No voy con tanta frecuencia como me gustaría, pero tener hora y media de viaje hasta allí desde casa (en transporte público, en coche algo menos), convierte ir a ver un partido en una excursión de medio día.
Vas en el metro y se va sumando gente y gente con la misma camiseta, y cuando bajas en Pirámides ya sois una legión de rojiblancos tomando las calles. Es una de las cosas que me gustan.
Otra es el ambiente que se vive. Está claro que si no ganas te vas a casa con una sensación horrible, y más después de haberte gastado un mínimo de 40 euros para ver perder a tu equipo. Pero si todo va bien y ganas, el ambiente que se vive en el Calderón es increíble. Ayer había un tipo detrás de mí que, a parte de tener un odio especial a los madridistas y sevillistas y proclamarlo a voz en grito siempre que podía, la otra frase que escuché salir de su boca en repetidas ocasiones fue: "¡Vaya fiesta, chaval!" Y eso que era un partido de Liga, donde el Atleti se mantiene en la medriocridad.
Sin que nos quedara muy claro el motivo, antes de que comenzara el partido aterrizaron en el terreno de juego tres paracaidistas. Como si de verdad estuviéramos de fiesta...